Ingredientes:
Para 4 personas:
150 – 200 g pan de centeno estilo alemán bien reposado (bueno, o el que encuentres, con un toque ácido y una miga gelatinosa y jugosa). A mí me gusta cortarlo no demasiado fino; cada uno a su gusto. Y me encanta que tenga mucha corteza (al fin y al cabo la corteza es la parte del pan que tiene un sabor más marcado). Punto especial si tuestas el pan antes de usarlo.
4 - 5 dientes de ajo en láminas (confieso que suelo echar más, pero para gustos, como casi cualquier receta tradicional).
3 cucharadas de pimentón. En esto tengo amor para dar y regalar; me encanta el toque ahumado del pimentón de la Vera y el dulzor del pimentón murciano, y cuando pillo algo de pimentón zamorano o Tap de Cortí de Mallorca también soy feliz.
75 - 100 ml aceite de oliva del bueno (aplicar aquí la misma política que en el pimentón).
1 - 1,5 L de agua de agua o caldo.
Opcional: echar un huevo por persona para que se hagan con el calor residual, en el rato entre que sacas la cazuela del fuego y la gente se sienta a la mesa.
Opcional en clima muy frío: pañuelos, para cuando a la gente se le caiga el moquillo de puro gustirrinín.
Preparación:
Freír los ajos en el aceite (me gusta empezar a fuego muy suave, para que el aceite coja mucho sabor). Retirar los ajos, freír el pan en el aceite, echar el pimentón y freír someramente, sin que se queme.
Incorporar los ajos y echar el agua (o caldo). A mí me gusta que cueza un buen rato (unos 20 - 25 minutos), para que el pan casi se desintegre y cambie de textura.
Esta es la magia, en mi opinión de la sopa de pan; hacer algo magno con ingredientes tan humildes, y que el resultado no se parezca en nada a sus componentes iniciales.
Si te animas a echarle huevos (a la sopa), este es el momento; una vez hervidas las sopas de pan, aparta la cazuela del fuego y casca un huevo por persona, depositando el contenido con delicadeza en el interior del líquido caliente.
En 3 ó 4 minutos, estarán al punto.
Déjalos más o menos tiempo según te gusten más o menos cocidos.